La música y mi abuelo
Si tuviera que atribuir la música a algún
factor genético, seguramente sería fácil hablar de la familia de mi padre de la
que salen actores, directores de cine y alguna eminencia en literatura y
filosofía; pero, la verdad es que casi no conozco a ninguno de mis tíos y
primos artistas. En cambio para hablar de la música en mi vida, tendría que
hablar de mi abuelo materno: Betito (como le decíamos).
Mi hermana, mi hermano y mis dos primas nos
criamos en la casa de mis abuelos; inicialmente porque nuestras madres nos
dejaban a cuidado de mi abuela, y posteriormente porque todos vivíamos ahí.
Fácilmente diría que 80% de mis recuerdos de niñez son de los cinco corriendo
por el patio de mis abuelos que entonces me parecía enorme, pero que ahora veo
que apenas alcanza para parquear dos autos y colgar ropa a secar. Toda mi niñez
transcurrió en ese patio. No sé qué tanto jugábamos, pero parecíamos 5 pilas
duracell en proceso de testeo, hasta las 4 de la tarde que mi abuela nos
llamaba a tomar té, único motivo por el que dejábamos de jugar. Mi abuela hacía
unos sandwiches (de niño les decía sambuches) de tomate que sólo puedo comparar
con la magdalena de Proust, en todo caso, mi abuelo no paraba de tocar toda la
tarde su piano, sin que ninguno de nosotros le preste la menor atención.
Tuvo varios pianos. Compraba uno, vendía
otro, a veces compraba uno en mal estado para arreglarlo y luego lo pintaba y
vendía; el último que recuerdo era una pianola, cuyas piezas seguramente siguen
en el depósito de la casa. Pese a que él tocaba el piano, ninguno de nosotros
cinco tocó el piano hasta que mi abuelo murió; aunque parezca chiste, no dejaba
que nadie se acerque a su piano. Cuando salía, los cinco íbamos a golpear al
pobre piano como si fuera un juego más. Seguramente odiaba eso. Nos ponía
tantas reglas para tocar el piano, que parecía la cosa más aburrida del mundo:
lávense las manos, no toquen todos al mismo tiempo, siéntense rectos, etc.,
etc. Cuentan mi madre y mi tía que no siempre fue así, por ejemplo, cuentan que
un conjunto de música (así le dicen) ensayaba en la casa que tenían en Oruro, y
que ellas mismas cantaban en un programa de radio; la música parecía mucho más
cotidiana para ellas, pero en mi caso, mi abuelo se encerraba a tocar el piano
todas las tardes, toda la tarde, sin que ninguno de nosotros lo vea, o incluso
lo escuche. Diría que hasta mis diez años, mi única relación con la música y mi
familia se daba porque vivía bailando con mi tía en todas las ocasiones
posibles. Fuera de eso, estaba en el coro del colegio. Nada más.
En ese contexto, nada me acercaba a la
música, pero dos fueron los hechos casuales que provocaron que yo toque la
guitarra. El primero es éste: cuando tenía unos 12 años escuchaba solamente
rap, hasta que un grupo llamado Fatih No More sacó el tema Epic. Parecía rap,
pero hecho por un coro de demonios… el asunto es que eso me abrió la cabeza
hacia el rock más pesado (digamos que antes de ese tema, Bon Jovi parecía re
heavy re jodido) y me juntó con un amigo que tocaba la guitarra. Creo que la
primera vez que toqué algo, fue una tarde en que estábamos en su casa y quiso
enseñarme un tema de Kreator, y una melodía o solo de Iron (creo). El segundo
hecho casual fue que todo esto coincidió con la finalización de mis estudios de
inglés y la llegada de la vacación escolar. Mi madre me dijo: no quiero que
estés toda la vacación de vago, así que sino decides qué estudiar hasta el 31
de diciembre, te meto a Corte y Confección. Mi madre no tenía amenazas, sino
planes, y no había duda que lo iba a hacer. Cerca al 20 me dijo: ya has
decidido, yo ya he ido a ver los horarios de Corte y Confección, por si acaso a
unas cuadras de mi oficina hay un instituto de guitarra por qué no vas a ver?
Esa misma tarde salí a preguntar los horarios: 2 horas a la semana a elección del
estudiante. Perfecto, entré a estudiar guitarra en enero de 1990 (creo).
Hasta ahí poco podría decir sobre mi abuelo y
la música. Recuerdo dos anécdotas; la primera sucedió por ahí del 87 – 88, yo
vivía colado a mi hermano mayor, y un día entró mi abuelo a su cuarto y le
dijo: quiero que me grabes una canción que he escuchado el otro día, Qué se
llama?, Algo de locomotion o algo así (mi abuelo hablaba inglés, así que es
probable que haya entendido el coro). Mi hermano se puso a buscar un tema hasta
que llegó a Do the Locomotion en la versión de Tiffany. Mi abuelo dijo ésa es y
le pasó un cassette. Mientras se copiaba el tema del LP al cassette, mi abuelo
movía una pierna, bailaba, sonreía, aplaudía, en fin, nunca más lo vi así creo,
hasta la otra anécdota que recuerdo. Un día (más o menos por la misma época) mi
abuelo nos hizo entrar a su living (creo que a los 5) y se puso a tocar, tocó
varias cosas, la que más recuerdo es un rock and roll que tocó casi casi
bailando, sonreía, y parecía pasarlo bárbaro. Diría que hasta hace muy poco,
recién he caído en cuenta de lo bien que tocaba el piano mi abuelo.
Seguí mis estudios de guitarra hasta más o
menos el año 1993. Tocaba todo el maldito día, primero la clásica que me
enseñaban y luego rock, particularmente Pearl Jam, pero eso sería luego. Hasta
1990 tocaba casi pura clásica. Para ese entonces mi abuelo estaba muy enfermo
de cáncer, incluso había viajado a Lima para que lo traten, sin tener gran
mejoría. A su regreso a Bolivia, comenzó a bajar de peso y paulatinamente dejó
de tocar, sencillamente no tenía la fuerza para sentarse tanto tiempo ni la
fuerza en las manos que necesitaba. Un día mi abuela me dijo: estoy saliendo,
por favor, bajas a verlo a tu abuelo (yo vivía en el tercer piso) y le sirves
el té. Recuerdo que daban un reprís de MTV con Daysi Fuentes ese día, quizá era
lunes o jueves… bajé a servir el té a eso de las 4, le dije, voy a volver para
recoger el té, subí a ver el reprís de MTV y bajé en un corte comercial. Mi
abuelo casi no hablaba para ese entonces y casi no se movía de su cama. Cuando
recogí la bandeja, me dijo, Sergio, nunca dejes la música. Como todo lo que es
realmente importante, igual esto pareció irrelevante en ese momento y sólo se
resignificó muchos años después. Murió en febrero de 1991, y de cuando en cuando, vuelvo a
recordar esas palabras.
Creo que en parte, mi relación intimista con
la música se da por el encierro que él tenía para tocar su piano. No era de
esos abuelos que tocan canciones de navidad mientras todos cantan, no era de
los que amenizaban fiestas o al menos, nunca lo fue mientras vivió conmigo. Tocar
parecía ser algo entre el piano y él, y casi nunca participaba otra persona. Alguna
vez, quizá mi abuela, pero ninguno de nosotros. Van a ser 22 años de su muerte
y no he dejado la música. Este año saldrá mi cuarto disco. Estoy seguro que mi
abuelo tenía composiciones escondidas por ahí, que nunca conoceré y se perderán
como todo, igual me queda ese regalo de entrar en comunión con la música como
si nadie tuviera que saberlo ni interrumpirlo. Esa mezcla de intimidad y vergüenza,
de soledad y refugio. Gracias Betito.
Comentarios
(Con lo de MTV con Daysi Fuentes y lo de Seinfeld hace rato reivindico: ¡qué lindas y largas tardes de los noventa, che!)
Gracia spor los recuerdos
un abrazo
Roger